Aparece la diseñadora con un atuendo primaveral, que no resulta del
todo inadecuado en el cálido otoño barcelonés. Sin maquillaje aparente,
en su cara destacan dos enormes y expresivos ojos azules que miran al
interlocutor directamente y con franqueza. Y que parecen restar años a
los 41 que Stella McCartney cumplió en septiembre.
Casada con el consultor creativo Alasdhair Willis y
madre de cuatro hijos, Miller, Bailey, Beckett y Reiley, tiene su tiempo
bien repartido entre el diseño de ropa, de accesorios y perfumes,
colaboraciones con otras marcas y con artistas, la gestión de su firma y
sus obligaciones familiares –“ser madre es mi prioridad en la vida, en
segundo lugar soy diseñadora de moda”, afirma–.
Vive entre el glamuroso Notting Hill londinense y Worcestershire, en
el campo, donde disfruta de paseos a pie y a caballo y, sobre todo, de
tiempo para dedicar a los pequeños. Es vegetariana estricta, una firme
defensora de los animales y nunca lleva nada de piel ni de cuero, ni
siquiera los bolsos y los zapatos, e incluso rehúsa sentarse en una
silla que esté tapizada en cuero. Y, por supuesto, tampoco incluye ese
material en sus colecciones de ropa.
En 1995 se graduó en Moda por la prestigiosa Saint Martin’s School de Londres, y perfeccionó sus conocimientos con el sastre Edward Sexton,
en Savile Row, la calle de la capital británica que reúne a los más
reputados sastres a medida del mundo. Dos años después la ficharon como
directora creativa de Chloè, puesto en el que se dio a conocer y que
dejó en el 2001 para lanzar su propia marca de la mano del grupo Gucci.
A España la trajo la entrega, en Madrid, de la T de Telva como mejor
diseñadora internacional y la inauguración de su primera tienda en el
país, abierta hace unas semanas en el paseo de Gràcia barcelonés, donde
parece que buscan su lugar las firmas de moda más reconocidas. Ha
elegido Barcelona, explica, “porque es una ciudad con mucha historia,
cultura y un ambiente artístico que me inspira”. También porque guarda
muy buenos recuerdos, explica, de las veces que la ha visitado de forma
privada con su marido y sus hijos. Y todavía hay otro motivo, y es que
cuenta con una buena red de distribución y una considerable clientela
gracias a que su firma lleva varios años entre las que ofrece la tienda
multimarca Santa Eulalia. En la cafetería de este establecimiento se
reúne a tomar el té con una selecta representación de clientas y
admiradoras.
Hija de Paul McCartney y de la fotógrafa Linda Eastman
–fallecida en 1998, cuando Stella tenía 18 años, y que formó el grupo
musical Wings con el beatle–, se confiesa orgullosa de su apellido y de
su familia, aunque admite que, en determinados momentos, la sintonía no
ha sido tan buena como ahora.
Aunque, seguramente le habrá reportado más ventajas que
inconvenientes. De entrada, para su desfile de graduación de la Saint
Martin’s School, en 1995, contó con sus amigas, modelos de la categoría
de Kate Moss, Yasmin Le Bon y Naomi Campbell,
un privilegio vetado a la inmensa mayoría de sus colegas de estudios.
Que le compraran esa colección para vender en tiendas como las
londinenses Tokio, en Browns, Joseph, y las neoyorquinas Bergdorf Goodman y Neiman Marcus ya fue un mérito propio, que confirmarían sus éxitos posteriores.
¿Llamarse McCartney es, pues, un buen punto de partida?
No tengo una respuesta clara para esa pregunta, porque me ha favorecido en ocasiones y también ha sido un inconveniente. Unas veces me ha abierto puertas y otras me las ha cerrado. En determinados momentos de mi vida, era algo que me preocupaba, y en otros, podía llegar a olvidarme. Lo que puedo asegurarle es que he trabajado muy duro para llegar donde estoy, y estoy convencida de que cuando muestro el resultado de mi trabajo nadie se plantea quién es mi padre o quién ha sido mi madre. Lo cierto es que mi vida ha sido alucinante y no me quejo de mi herencia familiar.
No tengo una respuesta clara para esa pregunta, porque me ha favorecido en ocasiones y también ha sido un inconveniente. Unas veces me ha abierto puertas y otras me las ha cerrado. En determinados momentos de mi vida, era algo que me preocupaba, y en otros, podía llegar a olvidarme. Lo que puedo asegurarle es que he trabajado muy duro para llegar donde estoy, y estoy convencida de que cuando muestro el resultado de mi trabajo nadie se plantea quién es mi padre o quién ha sido mi madre. Lo cierto es que mi vida ha sido alucinante y no me quejo de mi herencia familiar.
Ha sido usted muy valiente abriendo una tienda en un país en crisis como es España.
Soy una persona muy intuitiva y por eso casi nunca tomo decisiones pensando sólo en términos económicos. Hago las cosas porque las siento y porque creo que van a funcionar. Además, España es un país que me gusta, y pienso que no hay que salir huyendo de un lugar cuando las cosas no van bien del todo. Tengo fe en que todo va a ir mejor para este país.
Soy una persona muy intuitiva y por eso casi nunca tomo decisiones pensando sólo en términos económicos. Hago las cosas porque las siento y porque creo que van a funcionar. Además, España es un país que me gusta, y pienso que no hay que salir huyendo de un lugar cuando las cosas no van bien del todo. Tengo fe en que todo va a ir mejor para este país.
¿En qué ha cambiado la moda desde que empezó usted, hace doce años?
Muchas cosas son distintas. Pero lo que más ha cambiado, y debería seguir cambiando, es la ética y la responsabilidad acerca de los productos que fabricamos y vendemos. Si se lo están planteando otras industrias, no entiendo por qué la moda debería mantenerse al margen.
Muchas cosas son distintas. Pero lo que más ha cambiado, y debería seguir cambiando, es la ética y la responsabilidad acerca de los productos que fabricamos y vendemos. Si se lo están planteando otras industrias, no entiendo por qué la moda debería mantenerse al margen.
¿Se refiere a no utilizar piel de animales?
Exacto, tampoco uso PVC ni otros materiales perjudiciales para el medio ambiente. Para mí, el verdadero desafío de la moda para el futuro es controlar que la producción se haga en los términos más éticos posibles, sin dañar ni al planeta, ni a las personas ni a los animales. Pero no sólo es culpable quien mata a un animal para hacer unos zapatos o un bolso, también el consumidor tiene que ser responsable de su compra.
Exacto, tampoco uso PVC ni otros materiales perjudiciales para el medio ambiente. Para mí, el verdadero desafío de la moda para el futuro es controlar que la producción se haga en los términos más éticos posibles, sin dañar ni al planeta, ni a las personas ni a los animales. Pero no sólo es culpable quien mata a un animal para hacer unos zapatos o un bolso, también el consumidor tiene que ser responsable de su compra.
¿No le interesa la moda como forma de expresión?
Por fortuna, eso también ha cambiado, y ahora las mujeres ya no están tan pendientes del dictado de los diseñadores. Es así porque se sienten cada vez más seguras de sí mismas y saben discernir lo que es bueno para ellas. Recuerdo que muy al inicio de mi carrera, esperaban salir de la tienda con todo a conjunto, desde la ropa hasta los zapatos y el bolso. Ha acabado la dictadura del total look. Ahora se mezcla una prenda de temporada con otra de hace tiempo; algo muy caro, con una cosa barata. La mujer decide cómo vestirse, y el diseñador es un consejero.
Por fortuna, eso también ha cambiado, y ahora las mujeres ya no están tan pendientes del dictado de los diseñadores. Es así porque se sienten cada vez más seguras de sí mismas y saben discernir lo que es bueno para ellas. Recuerdo que muy al inicio de mi carrera, esperaban salir de la tienda con todo a conjunto, desde la ropa hasta los zapatos y el bolso. Ha acabado la dictadura del total look. Ahora se mezcla una prenda de temporada con otra de hace tiempo; algo muy caro, con una cosa barata. La mujer decide cómo vestirse, y el diseñador es un consejero.
Defina qué es la moda para usted.
Tiene que ver con la belleza, la tradición, el lujo; pero también con
la sensibilidad y los sueños. Y tiene mucha relación con la psicología y
la mente. Yo tengo en cuenta a la mujer y sus necesidades, pero lo que
más me interesa es cómo la moda llega a formar parte de su vida y hasta
qué punto incluso puede mejorarla. Sin olvidar que a la moda del siglo
XXI hay que exigirle que se haya producido de la forma más correcta
posible. Lo que tengo claro es que cada vez me interesa menos cuando
alguien dice: “Me voy a vestir de tal color porque es el de la
temporada”.
Hace unas décadas, la forma de vestir permitía saber a qué grupo pertenecía cada uno. ¿Sigue siendo así?
Ya no existen movimientos tan fuertes como el hippy, el punk o el
grunge, y el único movimiento en el que creo es en el que desafía los
convencionalismos de la moda. Para mí no se trata sólo de ofrecer una
determinada imagen, sino de la emoción que conlleva, y de plantearse qué
y por qué lo compras.
¿Recuerda cuándo decidió que quería ser diseñadora de moda?
Siempre me ha interesado el lado creativo de la vida, las cosas
bonitas. Desde niña me atraía la estética, lo visual, los pequeños
detalles. Y, por suerte, mi familia me permitía desarrollar ese talento.
¿Un traje es una obra de arte?
Si le soy sincera, considero que todo en la vida puede ser una forma
de arte. Artista puede ser un arquitecto, un ingeniero, un decorador de
interiores, no sólo el músico, el pintor o el escultor. Aunque, para mí,
la forma sublime del arte es la naturaleza.
¿La razón de ser de una firma de ropa es vender?
Diseñar es un proceso creativo global que te obliga a calibrar todas
las razones que mueven a hacer una prenda. Yo me cuestiono todos y cada
uno de los aspectos que intervienen en ese proceso, que es alucinante, y
en ese trayecto no me preocupa en absoluto si el producto resultante se
va a vender más o menos. Me considero una diseñadora emocional y lo que
pretendo es que mi ropa provoque alguna emoción a quien se la pone. No
tengo una sola razón para hacer lo que hago, tengo muchísimas, pero
vender no es la primera.
¿Ha visto alguna vez que alguien que llevaba su ropa no respondía a lo que usted esperaba?
No, porque para empezar, no hay que esperar nada. Lo que importa no
es si la ropa sienta mejor o peor a una persona, sino que la ha
incorporado a su vida. Claro que me gusta ver a mujeres que se ponen lo
que yo hago, pero cómo lo lleven es una parte del proceso que no puedo
controlar. Cada persona tiene que ser libre de vestirse como prefiera.
¿Tampoco le emociona ver a mujeres vestidas con sus creaciones?
Por supuesto que sí, me hace sentirme orgullosa, como si hubiera conseguido una hazaña.
¿Qué parte del éxito de los Juegos Olímpicos de Londres le corresponde como diseñadora de los uniformes?
Una muy pequeña. Pero fue un gran honor que me eligieran, fue
emocionante, una experiencia increíble, alucinante, algo que ocurre una
vez en la vida.
Y que habría sido más difícil sin su experiencia anterior con Adidas.
Por supuesto, ya estaba muy familiarizada con la ropa deportiva, que
necesita unas prestaciones muy distintas de la de calle. Ya llevo ocho
años haciendo mi línea para Adidas y tengo claro qué es lo que necesita
un atleta. La novedad fue que no sólo debía hacer la ropa de
competición, sino también la de las ceremonias de inauguración y
clausura, los complementos, todo. La parte más complicada era que la
ropa expresara las connotaciones emocionales que tiene representar a una
nación.
Su colaboración con esa marca es sólo una de las cosas que
hace al margen de dirigir su propia empresa. ¿Cuáles son sus proyectos
más inmediatos?
Estoy haciendo el vestuario de un ballet de Londres. Pero intento
centrarme en Stella McCartney, porque acabamos de lanzar una línea
infantil y el objetivo es consolidarla. También requiere mi atención la
apertura de nuevas tiendas, que es algo muy emocionante, porque lo hago
todo, con un equipo, por supuesto, desde pensar el concepto hasta el
interiorismo. Y participo en campañas de defensa de los animales, de
preservación del medio ambiente, en favor de los derechos de la mujer.
Ahora estoy muy emocionada con la creación de fragancias y productos de
belleza y de objetos para la casa. Pero no piense que sólo me gusta lo
creativo, también disfruto ocupándome de los asuntos meramente
empresariales.
¿Algo que odie de su trabajo?
Nada. ¿Cómo podría? ¿Puede imaginar cuántos millones de personas en
el mundo querrían ser diseñadores de moda? Tantos, que haberlo
conseguido es una bendición: tengo un equipo estupendo con el que es un
placer trabajar. Lo único que me gustaría es dedicar más tiempo a mis
hijos.
¿No le da la impresión de que el desfile es una pérdida de tiempo? Tanto trabajo, para sólo unos minutos de exhibición.
Cuánta razón tiene. Pero es indispensable, es una especie de
conversación instintiva que mantienes con los espectadores. Es un viaje,
y en cada uno de los desfiles de cada temporada intento poner el máximo
de energía para empujarme a mí y a la marca hacia nuevos territorios,
hacia aguas desconocidas, pero manteniendo la esencia, el lenguaje y las
emociones propios de la marca. Es una conversación muy delicada y
fundamental.
¿Londres ha perdido protagonismo como cuna de las tendencias?
Hay muchas ciudades de las que parten las tendencias. Aunque me
considero muy global, Londres siempre me ha inspirado, es la ciudad en
la que he nacido, donde tengo mi negocio, y me encanta vivir allí. Es un
lugar donde se mezclan muchas culturas, donde se expresan muchas cosas y
donde se concentra todo, llegan novedades de todas partes, se mezcla la
historia con la cultura moderna. Y eso es muy enriquecedor. Es una
ciudad fantástica.
¿Qué es lo que más le inspira en el momento de crear?
Las mujeres.
Las mujeres.
A veces da la impresión de que los creadores son los peores enemigos
de la mujer, porque presentan en los desfiles chicas que no parecen
reales.
Yo intento hacer ropa para todas las mujeres, mayores y jóvenes, altas y bajas, y no soy muy partidaria de contratar a modelos muy jóvenes y delgadas, tiendo más a buscar la naturalidad, el aspecto saludable, la frescura.
Yo intento hacer ropa para todas las mujeres, mayores y jóvenes, altas y bajas, y no soy muy partidaria de contratar a modelos muy jóvenes y delgadas, tiendo más a buscar la naturalidad, el aspecto saludable, la frescura.
¿Algún sueño que aún no haya podido cumplir?
No se lo voy a contar a usted... Me entusiasma la idea de hacer ropa
masculina algún día. Por ahora sólo tenemos un servicio en la tienda de
Londres de trajes a medida que nos hacen en Savile Row. Pero, créame,
tengo tantas cosas entre manos que no puedo hacer nada más. Consolidar
la imagen de marca es mi prioridad.
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