Tuesday, 11 October 2011

LA VIDA PRIVADA DE GEORGE

La vida privada de George Harrison


Rolling Stone Octubre

George Harrison de 13 años, hijo de un conductor de autobuses, se había abismado en las visiones de su futuro, atiborrando su cuaderno con innumerables y obsesivos dibujos de guitarras, el instrumento que anhelaba aprender a tocar desde que escuchó los éxitos de Elvis Presley, la encarnación de todo el gozo y diversión que no hacían sino brillar por su ausencia en el gris y deprimente Liverpool de la postguerra.

Se volvió buen amigo de un compañero de clase –mayor que él–, Paul McCartney, quien andaba en pos de un guitarrista para una banda recién formada. “Conozco a un tipo”, le dijo McCartney a John Lennon, el líder del grupo. “Es apenas un jovencito, pero toca bastante bien”. Harrison pasó la prueba tocando una pieza instrumental, “Raunchy”; a partir de entonces se convirtió en un Quarryman. Pero sus compañeros de banda nunca lograron desprenderse de la noción de que Harrison era su socio juven.

Harrison no era realmente el Beatle silencioso: “Nunca se callaba”, dijo su amigo Tom Petty. 131980_George_Harrison

“Era el mejor distractor del mundo”. Y asimismo era el Beatle más terco y el menos farandulero, se sentía incluso menos enamorado que el propio Lennon del mito generado en torno a la banda. Le gustaba repetir una frase que atribuía a Mahatma Gandhi: “Crea y preserva la imagen que te guste”, lo cual es raro porque su elección consistió en no tener imagen alguna. Era un genio de las salidas de emergencia, siempre evadiendo toda clase de expectativas y clasificaciones. Harrison desafió la primacía de Lennon y McCartney en el plano de la composición; introdujo prácticamente a solas la música del resto del mundo en Occidente, sobre todo gracias a su amistad con Ravi Shankar, se convirtió en la primera persona que hizo del rock un vehículo para una espiritualidad poco recatada y con el Concierto para Bangladesh, para la filantropía a gran escala, fue muy exitoso produciendo películas como Life of Brian, de Monty Python, y formó The Travelling Wilburys.

Tal y como el nuevo libro-documental de Martin Scorsese enfatiza, Harrison no tenía objetivos casuales: le dio seguimiento a su gusto por el ukulele, desarrolló su afición por los coches de carreras, la jardinería y se abocó con vehemencia a la meditación y a las religiones de Oriente. “La mente de George era sumamente curiosa y cuando le daba por algo, quería llevarlo hasta las últimas consecuencias”, dice su viuda, Olivia Harrison –en el nuevo libro, George Harrison: Living in the Material World (publicado por Abrams)– quien lo conoció en 1974 y se casó con él cuatro años más tarde. “Tenía un aspecto loco, también le encantaba divertirse”. La primera esposa de Harrison, Patty Boyd, lo describía como oscilando entre periodos de meditación intensa y de fiesta salvaje, sin ninguna zona intermedia. “Meditaba durante horas”, escribió en sus memorias, Wonderful Tonight. “Luego, si la tentación de la carne era imposible de resistir, dejaba de meditar, se metía un poco de coca, se enfiestaba y coqueteaba con mujeres… No había nada normal en esos arranques”.

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Según Olivia, “Para George, blanco y negro, arriba y abajo no eran cosas distintas. Él no solía encasillar los tonos y humores de su vida. La gente piensa, ‘él era esto o aquello, un personaje muy extremo’. Pero sus extremos se encontraban dentro de un círculo. Y él podía ser el más silencioso del mundo, pero también el más ruidoso. Y una vez calientes los motores, no había poder humano que pudiese frenarlo. No era un cobarde. Aguantaba más que cualquier otro”.

“Está muy bien eso de ser popular y de que el público te solicite, pero, ¿sabes?, es también una ridiculez”, Harrison declaró a esta publicación en 1987. “Me di cuenta de que se trataba de algo serio, de que mi vida estaba siendo afectada por los gritos de las masas”. Físicamente, se sentía inseguro. “Con todo lo que estaba ocurriendo, los presidentes asesinados, la magnitud de nuestra fama me ponía nervioso”.

“Buscaba algo mucho más elevado, mucho más profundo”, señaló Shankar, el virtuoso de la cítara que se convirtió en el mentor y amigo de Harrison.

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