Sunday, 1 August 2010

EL COSTO DE UN ESPERADO AUTOGRAFO

Esta es la historia de Diegoandrés, amigo español que logró una firma de Paul el sábado pasado en Liverpool.

Con mucho esmero, paciencia y fuerza todo se puede...



HISTORIA DE UN PROPÓSITO

Mi avión salió del aeropuerto de Barajas, Madrid, el jueves 29 de julio a las 16:55 de la tarde. Dos horas y media después me encontraría ya en Liverpool por segunda vez en mi vida. El primer año mi intención fue realizar algún tour que me llevase a conocer los lugares más importantes de la historia musical de los Beatles. Este año, sin embargo, quería algo más: el autógrafo de Paul McCartney sobre mi LP de Flowers in the Dirt.

Cualquier persona que haya tenido o tenga el mismo deseo sabe de la complejidad del asunto. Hoy en día Paul sigue haciendo giras de éxito, lo que provoca que la expectación con cada movimiento suyo vaya en aumento. No es como si llevase 5 años sin subirse a un escenario. Ahí el ambiente general se relaja. Pero si se recorre Estados Unidos y Sudamérica y llena hasta la bandera estadios de fútbol lo más normal es que siga en la cumbre.

Bueno, dejaré de divagar sobre este tema y me pondré a relatar cómo fue mi viaje y qué pasó con mi propósito.


Como os dije, llegué a Liverpool dos horas y media más tarde. Me alojé en el maravilloso hotel Georgiano Britannia Adelphi City Centre (según Charles Dickens, “el mejor hotel del mundo de su época”). Aún así, los imponentes salones, las alfombras rojas sin fin, ni siquiera las lámparas majestuosas que colgaban de los techos, me quitaban de la mente una cosa: debía ir a ver el lugar exacto donde vería a Paul McCartney a la mañana siguiente. Así que eso hice.

Salí del hotel y me dirigí al Royal Philarmonic Hall. Como muchos de vosotros sabéis, Paul acude cada verano a la ceremonia de graduación de su escuela de música, LIPA, y al entrar y al salir del edificio firma unos cuantos autógrafos, entre 10 y 15 normalmente, depende de las ganas que tenga, el humor en el que esté, y las condiciones atmosféricas (importante, como veréis más adelante). Hay videos en youtube de años anteriores.


Llegar no me fue difícil. A los 10 minutos ya estaba en el lugar que tantas veces había visto en los videos de Internet. La misma calle, las mismas columnas blancas al lado de la puerta de entrada. Como yo soy muy imaginativo y me meto muchísimo en estas cosas, no pude contener lo más mínimo mi emoción. Empezaba a dudar si realmente era verdad o una vez más era un sueño que a la mañana siguiente desaparecería como habían hecho los demás sueños durante los últimos años: Paul estaba delante mía, me firmaba… yo me sentía muy afortunado. A la mañana siguiente despertaba, y nada había sucedido… tristeza.

Después de tomar un par de fotos de la calle vacía, con las dos columnas mirándome fijamente, volví al hotel a descansar.

A la mañana siguiente me desperté muy temprano. Aunque mi idea era estar allí a las 8 de la mañana (él suele llegar a la 1 de la tarde e irse a las 4), quise ser el primero. De nuevo había tenido un sueño por la noche: …Aquel padre con sus tres hijas, de pie justo donde yo quería y tenía que estar esperando por el autógrafo. De nuevo, mi tristeza era inmensa. Había llegado tarde, no conseguiría el mejor sitio para conseguir


Tras este nuevo sueño, decidí entonces salir de casa a las siete de la mañana. Y allí estaba, a las siete menos diez, de pie, solo. Ni siquiera habían puesto las vallas todavía. A los pocos minutos llegó un nuevo amigo mío, Derek, un señor de 62 años de Liverpool que cada año asiste a este mismo evento para conseguir su autógrafo. Según llegaba más gente pude comprobar cómo todos se conocían. Eran un grupo de scousers de Liverpool que se juntaban cada año en aquel mismo lugar para volver a vivir la experiencia una vez más, ver a Paul entrar y salir, extender sus LPs, intentar conseguir su firma una vez más. En mi caso era diferente. Yo no lo veía cada año. Era una ocasión única. Años anteriores no había podido ir por las normales obligaciones que uno tiene en su vida. Y el año que viene no sabré donde estaré siquiera. Ellos viven allí, lo tienen más fácil. Para los que vivimos fuera de Liverpool, el viaje en sí es un sueño…Las horas corrían muy despacio. Derek y yo charlábamos de vez en cuando, pero los largos minutos que nos quedaban por delante hacían propicios extensos momentos de silencio, mientras que los scousers detrás nuestra no dejaban de exhibir el carácter típico de Liverpool: un parloteo constante y risas sin parar con cada cosa que decían. A pesar de que tengo un nivel de inglés muy alto, se me escapaban muchas cosas de las que decían. Y aún así, sentí que en el fondo estaba conociéndoles un poco mejor, y me imaginaba como pudieron ser Paul y John a su edad, con esa forma de ser tan característica.


A las doce de la mañana ya empezaba a haber movimiento. Seríamos unos 50 en ese momento, y solo éramos unos 10 los que estábamos estratégicamente colocados a ambos lados de la valla. El resto era gente agolpada ya detrás de nosotros. La expectación era inevitable. Nos movíamos nerviosos. Sacábamos nuestros LPs de las bolsas, los volvíamos a meter, preparábamos el rotulador, lo volvíamos a guardar. Era inevitable. El simple hecho de estar allí transformaba a todo el mundo. Otro motivo para mostrarnos optimistas era que no había llovido en toda la mañana. Eso ayudaría a que Paul firmara al bajarse del coche… “si llueve no firmará a nadie”, me avisaba Derek. Y yo cruzaba los dedos.

El primer momento cumbre de la mañana llegó cuando, mientras nosotros estábamos distraídos con nuestros pensamientos y con la charla sin fin de los chicos de Liverpool a nuestra espalda, apareció el gran George Martin. Su paso era lento, muy lento. Me fijé que llevaba un audífono en el oído izquierdo, y que se le veía muy anciano. Se hizo el silencio de repente mientras todos lo mirábamos, a sabiendas de que estábamos viendo a uno de los responsables de que los Beatles llegasen a ser lo que fueron. Apenas un par de voces le solicitaron un autógrafo, pero el siguió su camino hacia el interior del edificio con su paso lento y frágil. La verdad es que nos asustó verle tan mayor. Un nuevo silencio en cuanto entró al edificio. Después de esto, con su imagen en nuestras mentes, nuestra espera ya no iba a ser la misma.

Con el transcurso de los minutos el nerviosismo iba en aumento. Repito, era imposible que sucediese lo contrario. Para los chicos de Liverpool aquel momento no significaba lo mismo que para mí. Había venido desde España para un día y medio, solo para esto. Por fin, después de años soñándolo e imaginándolo, iba a tener la oportunidad de conseguir la firma de McCartney en persona. En un momento determinado le dije a Derek “quizás llegue antes de lo esperado, ¿no ves como los del equipo de seguridad se mueven tanto?”. Y ahí llegó el momento. Un BMW de alta gama se acercaba calle arriba hacia donde estábamos. El conductor encendió y apagó fugazmente las luces para que el guardaespaldas de la puerta supiera que eran ellos. Y en ese momento, justo en ese momento pasó lo peor que podía pasar: empezó a llover.


Tres minutos después todo había pasado. Paul había bajado del coche y sin mediar casi palabra había entrado fugaz en el Philarmonic Hall. No firmó a nadie. Me quedé algo consternado, sin saber qué decir. Sabía el riesgo de la lluvia, y sabía que éramos bastantes los que allí esperábamos para lo mismo. Era muy difícil, cuestión de fortuna. Pero al menos, imaginaba, tendría la oportunidad. Pues no la tuve. Ni yo ni el resto de los que llevábamos allí esperando largas horas. Una sensación de vació se apoderó de mí. Todo el viaje que había emprendido pasó por delante mía como una imagen que queda atrapada en un guiño de ojos. Que viene y se vuelve a ir fugazmente, y no sabes nunca donde acaba. Sabía que aquello podía suceder. Y así sucedió. Derek me miraba y me decía que era el primer año de los últimos seis que no se detenía a firmar. A pesar de que él y yo estábamos justo donde se abre la puerta de su coche, no pudimos más que extender el brazo con nuestros objetos para ser firmados y ver como desaparecía veloz ante nuestros ojos.

Las perspectivas que se avecinaban no eran muy optimistas, sobre todo porque llevaba acumuladas varias horas de espera de pie, y porque Derek me había avisado que no tenía buenos presentimientos esta vez. “Si llueve no firma”, me volvía a repetir. Se hizo otra vez el silencio, aunque esta vez era otro tipo de silencio. “Me voy a tomar un café y volveré en un par de horas”, me dijo. Yo asentí serio. “Vale, yo estaré por aquí”.

Tan descorazonado estaba que dejé mi lugar de la valla y empecé a merodear por la acera sin mirar a nadie. Incluso el grupo de scousers dejó un poco las bromas de lado, y comenzaron a disolver su grupo también. A las 4 de la tarde habría otra oportunidad. Pero claro, tenía que dejar de llover…

Momentos así, de frustración ante algo que uno deseaba fuertemente, provocan que salga a flote la inventiva. Era una cuestión de supervivencia. Había llegado allí para conseguirlo, no para volverme con las manos vacías. Poco a poco mi desazón dejó paso a mi fe. La lluvia se iría, seguro. Sabía que a las 4 volvería a salir por esa puerta. Y sabía que si no había firmado a la entrada lo haría posiblemente a la salida, aunque solo fuese por todas las horas que él sabía que llevaríamos allí.


Pensé un plan. Estando todavía en mi casa de Madrid me había preparado y plastificado un cartel con letras grandes donde le decía a Paul que había venido sólo para verlo y conseguir su firma. Caminé hasta el final de la calle, justo donde hay una intersección. Su coche tenía que parar allí para dejar paso a los coches que atravesaban la calle perpendicular cuando saliese veloz del Philarmonic Hall. Y allí no habría nadie. Pensé en esperar allí de pie, lejos de las decenas de personas que de nuevo iban acumulándose en la puerta. Sin embargo, a los 15 minutos, me cansé de estar allí de pie, bajo la lluvia. Algo no iba bien. Definitivamente, aquel no era un buen plan.

Volví donde estaba antes, y me quedé de pie debajo de un árbol frondoso que hay justo enfrente de la puerta. A los pocos segundos se me acercó una mujer de Liverpool y en ese momento, comenzó uno de los momentos más contradictorios de mi vida. Por un lado, me encanta hablar con la gente de Liverpool. Son muy comunicativos y confiados, y te tratan como si te conocerían de toda la vida. La mujer empezó a contarme sin parar su propia historia relacionada con Paul y los Beatles. Por otro lado, apenas le entendía nada de lo que decía. Por idioma y por volumen de voz. Y ella no paraba de hablar. Y yo quería estar pendiente de la puerta, de cualquier movimiento o novedad. Pero aquella mujer absorbía toda mi atención, y por educación y respeto me mostraba incapaz de cortar su charla en seco y dejarla allí. Fueron los 30 minutos más largos de mi vida. De entre las cosas que le pude entender, al parecer ella era de las fans que acudían al Cavern a verles tocar. En una ocasión, estando en la puerta de entrada, Paul le dijo que bajara con él a la prueba de sonido, y que podía sentarse en una de las sillas. Al parecer uno de los que trabajaban allí la vio, y pensando que se había colado, la echó de muy malos modos de allí. Ella le intentaba decir que había entrado con Paul, pero Paul no la ayudó en ningún momento. [Quiero deciros ante todo que esto fue lo que yo creí entender]. Todo aquello terminó en un momento desagradable con empujones, con alguien llamándola “loony” (loca), y ella llorando y sintiéndose muy mal. Su historia continuó. Me hablaba de su hermano Mike y de otra gente, pero en el momento en el que pude le dije que necesitaba ir a darme una vuelta (no sabéis cuánto lo necesitaba jajaja). Ella me dijo que se iría a dar una vuelta al centro. Entre las últimas cosas que recordó en voz alta fue que desde aquello no había vuelto a entrar al Cavern. Y yo, para mí, pensaba que en realidad, desde que lo demolieron en los años 70, nadie de la época original había vuelto a pisar de verdad el único Cavern que en su día existió…

El reloj seguía su tic tac impasible, y de nuevo los cuerpos iban generando expectación. Se podía notar en el ambiente. Muy pronto habría una segunda oportunidad. Aquel era el momento de decidir dónde estar, en qué lado de la valla. Decidí cambiar de lado, pero vi como delante de mí habría unas 10 personas que iban a ponerme muy difícil conseguir mi propósito, renovado de energía en aquel momento. Decidí entonces quedarme fuera de la valla, ya que nadie de los que allí vigilaban nos decían que debíamos mantenernos detrás. Tuve un momento desagradable con una mujer alemana que me echaba en cara que yo había recién llegado y que no me ponía como ella detrás de la valla. Le dije con los mejores modales posibles que yo llevaba en aquel lugar desde las siete de la mañana. Ella me decía que no me había visto. Aquello me indignó muchísimo, pero enseguida pensé que aquella mujer no iba a estropear todo aquello, y decidí ignorarla. Cada uno es dueño de las cosas que sabe que ha hecho, y las palabras hirientes de los demás deben ser como las gotas de lluvia que amenazaban con caer de nuevo desde el cielo, pero que al chocar contra el suelo desaparecerían para siempre sin dejar rastro ni sombra. De repente más personas empezaron a ponerse, lógicamente por la expectación, a mi lado, fuera de la valla. Nadie de seguridad nos decía nada. Aquello pintaba como una nueva ocasión. La mujer alemana y otra persona comentaban que los guardias de seguridad nos echarían de allí, y se miraban con complicidad. Sin embargo, los guardas vinieron, pero a mí sólo me pidieron que me echara un paso hacia atrás. Sin malos modos, sin empujar. Mientras, la mujer alemana se iba poniendo más y más nerviosa. En aquel momento un chico de Liverpool le dijo riendo que esto es lo normal todos los años, y se notaba que así era. De repente no había vallas que respetar, ni espacios que ceder. Era imposible estar tranquilo. El conductor del BMW de Paul había traído el coche a la puerta. Señal inequívoca de que iba a salir del edificio. Mi amigo Derek me dijo que él no iba a luchar por un autógrafo, ya que él ya tenía unos cuantos de otros años, sino que trataría de conseguir un buen vídeo para demostrar que Paul había firmado mi LP. De repente, lluvia de nuevo. El momento no podía haber sido más desafortunado. En caso de lluvia no firmaría. Pero por dentro pensaba que sí lo haría, porque al entrar no lo había hecho. Todos cogiendo posiciones, los guardias nos echaban para atrás levemente, otros hacían bromas si alguien entraba…hola Ringo… le decían a un señor que entraba en aquel momento al edificio… Paul estaba a punto de salir, algunas tímidas gotas caían, la incertidumbre… Todo el viaje pasó delante mía volando. Mi LP de Flowers in the Dirt en mi mano, buscando un hueco, un espacio más allá del cuerpo gigante del guarda de seguridad delante mía. Y en ese momento salió el hermano de Paul, Mike, sosteniendo un paraguas. A su lado una mujer rubia salía sonriendo. Y entonces salió él. Detrás de él iba Mark, el jefe del equipo de seguridad. Empezó a firmar a los que estaban a su derecha, mientras que el resto gritábamos su nombre ¡Paul! ¡Paul! ¡Paul!, intentando llamar su atención. Según daba pasos hacia delante veía que mi momento se acercaba. Un paso suyo eran miles de pasos míos en el tiempo hacia atrás, cuando tenía 11 años y escuché por primera vez I wanna hold your hand. Hoy en día tengo 33 y todo aquello se lo debía a ese niño de 11. Un paso más de Paul. Diez mil míos atrás en el tiempo. Un paso más de Paul. Diez mil míos atrás… Y justo entonces vi mi oportunidad: “¡¡Paul, from Spain!!”, y en ese momento cogió mi disco de Flowers in the Dirt y me miró fijamente. Mientras lo firmaba yo no era consciente de que lo había conseguido. Tras acabar de firmar levanté el disco e intenté salir de la multitud como pude. Mi principal preocupación no era seguir mirando a Paul McCartney mientras firmaba a los demás, sino poner mi disco sano y salvo en alguna zona donde no le cayera el agua. Salí corriendo y volví al árbol donde minutos atrás aquella mujer me contaba con tristeza en los ojos su historia personal con Paul, los Beatles, el Cavern… Saqué como pude mi bolsa roja de mi mochila y guardé el disco allí dentro. A la vez pensaba que sería buena idea intentar grabar unos segundos de toda aquella escena, y encendí la cámara. Pude capturar el coche de Paul saliendo del lugar, un par de chicos corriendo tras el coche, igual que en los tiempos de la Beatlemania, y el resto de gente corriendo intentando poner en lugar seco sus LPs firmados. Mi cámara enfocó por última vez el LP de Flowers in the Dirt firmado dentro de la bolsa roja, como prueba de que aquello fue real, que yo estuve allí y que no lo estaba soñando.

El resto de la historia os la podéis imaginar. Empezó a llover más fuerte. Busqué a Derek con la mirada pero no lo encontré. Camino del hotel iba soplando el interior de la bolsa para intentar que el agua no calase. Todo esto a pesar de que llevaba paraguas e intentaba proteger la firma como podía. Al llegar a mi habitación saqué el disco y con un pañuelo de papel comencé a secarlo con cuidado. A pesar de todo, pensé, la firmaba estaba entera. A pesar de la lluvia cayendo sobre la superficie del disco mientras firmaba y el rotulador negro resbalaba, a pesar de que él estaba allí rodeado de brazos exigiendo la misma atención que yo le había pedido, a pesar de las prisas y el griterío. Desde luego, conseguir una firma perfecta de Paul McCartney en esas condiciones es muy complicado, pero intento sacar el lado positivo de todo. Miro el disco y veo como ha escrito su nombre “Paul” de manera poco firme, por lo que su pulso tendía a ir hacia arriba. Es la parte de la firma que menos me gusta. Pero después, tanto la “M” como las dos “C” son claramente de McCartney, y eso me alivia un poco. Por fin lo había conseguido.


Pues he aquí el relato de lo que me sucedió entre el 29 y el 31 de julio de 2010. Paul McCartney firmó mi LP el viernes 30 de julio cerca de las 4 de la tarde, saliendo del Royal Philarmonic Hall de Liverpool. Espero que os haya gustado mi relato y que aquellos que algún día lo conseguiréis si lo deseáis hayáis podido reunir algo más de fe en que es posible si desea y se busca con fuerza. Suerte y gracias a todos. Un abrazo Lovely Rita.

1 comment:

  1. que lindo relato, soy un fan argentino, y no se si voy a tener la oportunidad de Diego, pero la verdad que leyendo esto pude vivirlo de alguna manera, saludos Diego y a Beatles Magazine, excelente blog!

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