Uno de los fotógrafos que acudieron a la cita del famoso Bed-In en 1969, fue Nico Koster, del periódico holandés De Telegraaf. Con el resto de sus colegas, Koster inmortalizó aquel momento en que John y Yoko, ambos en pijama, tapados con una manta, rodeados de flores y con Ámsterdam abriéndose a su espalda, tras el ventanal, luchaban por la no-violencia. 
Se hicieron decenas de fotos, que dierono la vuelta al mundo y quedó fijada para siempre como símbolo de una época, una forma de vivir la juventud y una manera de pensar. Nico Koster, tomó 150 disparos, sólo se llegaron a revelar unas cuantas, las que más se ajustaron al modelo oficial.
El resto de los negativos se metieron en un sobre, para que no se estropearan, el sobre fue a parar a un cajón, para conservarlas mejor, y así, pasaron nada menos que 39 años.
Un día de 2008, Nicole, hija de Koster, 39 años, abrió un cajón, sacó de él un sobre y curioseó en él. Se buscaba a sí misma de bebé y encontró al músico y a la artista en el Hilton. Al revelar el material, padre e hija descubrieron que el olvido había preservado un tesoro. Porque, más allá del icono mil veces repetido, en esas fotos aparecen un John Lennon y una Yoko Ono extraordinariamente cotidianos en medio de la excepcionalidad.
Ahí están, recién levantados, el pelo alborotado, con los restos del desayuno sobre la mesa, tazas amontonadas en el suelo, dibujos y cartas esparcidos aquí y allá, botellas de Heineken, su último disco pegado en la pared, junto a sus caricaturas. Ella le acariciaba los pies mientras él hablaba por teléfono, una Yoko Ono tierna, en su camisón blanco. John fumando, una y otra vez (Dunhill), ríe abiertamente. Estas fotos forman parte de ese trabajo, que Koster ha convertido en una exposición que puede verse en Ámsterdam y en un libro de edición limitada, Room 902. Source:elmundo.es
Un día de 2008, Nicole, hija de Koster, 39 años, abrió un cajón, sacó de él un sobre y curioseó en él. Se buscaba a sí misma de bebé y encontró al músico y a la artista en el Hilton. Al revelar el material, padre e hija descubrieron que el olvido había preservado un tesoro. Porque, más allá del icono mil veces repetido, en esas fotos aparecen un John Lennon y una Yoko Ono extraordinariamente cotidianos en medio de la excepcionalidad.
Ahí están, recién levantados, el pelo alborotado, con los restos del desayuno sobre la mesa, tazas amontonadas en el suelo, dibujos y cartas esparcidos aquí y allá, botellas de Heineken, su último disco pegado en la pared, junto a sus caricaturas. Ella le acariciaba los pies mientras él hablaba por teléfono, una Yoko Ono tierna, en su camisón blanco. John fumando, una y otra vez (Dunhill), ríe abiertamente. Estas fotos forman parte de ese trabajo, que Koster ha convertido en una exposición que puede verse en Ámsterdam y en un libro de edición limitada, Room 902. Source:elmundo.es
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